La intolerancia se pasea en la ciudad
Por Oscar Melgar - Periodista Invitado - 17/05/2009 (Los Tiempos)
Esta mi experiencia ocurrida en Cochabamba y vivida en carne propia. Sucedió un domingo 10 de mayo de los no corrientes años. Tuve un encuentro con Monseñor Tito Solari (para mi, un Santo, léase hombre de bien). Teníamos que avanzar sobre un proyecto que le presenté: Crear un centro de rehabilitación para tóxico dependientes, con modalidad terapéutico científico y basado en el Proyecto Huomo de Italia. Modelo que él conoce perfectamente y del cual tiene cabal conocimiento de su eficiencia, no sólo en Italia y el mundo, sino en Bolivia. Por ello su aceptación, insistencia e inquietud.
Asistí por el lapso de una hora a una tranquila y hermosa misa brindada por él en la hermosa Catedral dorada de Cochabamba. Posteriormente lo acompañé sentado, mientras él, parado y con su vestimenta blanca y su penacho púrpura, rociaba con agua bendita a una cola de feligreses.
Luego me pidió que lo acompañe al frente, a la Plaza Central , que estaba llena de palomas que comían maíz. Él tenía que conversar con algunos dirigentes.
Mientras buscábamos al cabecilla para dialogar, empezamos lentamente a ser rodeados por una horda de 150 personas que con mirada enrojecida empezaron a insultarlo.
Ándate de acá extranjero de mier...; Queremos que nos devuelvas el oro que te llevaste hace 500 años; Hijo de...., estas tierras son del pueblo lo dice la Constitución; No creemos en tu Dios charlatán de mier...; ándate a tu tierra desgra…; tráenos el oro que nos robaste; Línchenlo, Línchenlo”.
Dentro de mi rabia, pudo más mi objetividad que mi dolor, pues si escuchaban mi tono oriental, de verdad nos linchaban. Mire al Santo que estaba impávido, vi como lloraba su alma, como se entristecía su cara intentando decirles que los amaba, como le temblaba el cuerpo y las delgadas manos. Sentí como se aceleraba su corazón. Lo vi más grande parado a mi lado y rodeado por la multitud.
Un joven se le acercó increpándolo en la cara y le dijo “ándate de acá cura de m... Él, con el corazón destrozado, le pregunto “¿cuantos años tienes hijo? y le contestó “treinta y cinco ¿y qué?”. Entonces el padre le respondió: “yo vine acá hace cuarenta años para ayudar a los pobres, tú aún no habías nacido”.
Y vino la respuesta: “me ca… en vos, ándate, antes que te linchemos”. “Que hable, que hable”, dijeron. Él sintió mi presencia a su lado que le tocaba el hombro, no lo dejaron hablar. Monseñor vámonos que con esta gente no se puede dialogar.
Hizo un ademán de caminar y como el mar rojo, se abrió la horda dejándonos salir.